Inteligencia emocional y dirección de equipos de trabajo.

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Para hacer que funcione bien la psicología de un equipo de trabajo, a fin de que no sólo pueda actuar bien y con responsabilidad, sino que sus miembros tengan una buena relación interpersonal, se requiere de la inteligencia emocional.

No basta una inteligencia por encima de la media o capacidades técnicas muy específicas con las que pueden contar uno o más miembros del equipo, sino la capacidad de actuar como una entidad cohesionada con objetivos y agenda por cumplir, pero especialmente que las personas se formen y capaciten en sus respectivas competencias emocionales. El jefe del equipo tendrá la responsabilidad de buscar esta cohesión y fomentar la inteligencia emocional.

Estudios diversos llevados a cabo en diferentes universidades del mundo, han puesto de manifiesto que cuando los grupos de personas que formaban parte de una investigación, tenían mayores coeficientes intelectuales (inteligencia) que otros, no necesariamente cumplían los cometidos de dicho estudio con buena nota. Es más, se desempeñaban mucho peor que otros participantes que no eran tan brillantes.

Y la observación de los equipos en acción revela por qué: los miembros de un elevado CI (coeficiente intelectual) dedicaban demasiado tiempo al debate competitivo. En definitiva, genera pérdidas de tiempo porque se producían intercambios de opiniones entre los miembros de ese grupo que querían demostrar antes que nada sus conocimientos académicos.

Otra debilidad de los equipos de alto CI era que todos sus miembros optaban por realizar la misma tarea, que en definitiva era aplicar sus facultades críticas a las partes del trabajo que despertaban interés intelectual, especialmente el análisis, lo que podía suponer una pérdida importante de tiempo.

Ninguno de los miembros elegía dedicar tiempo a otras tareas, tales como la planificación, búsqueda e intercambio de información, tratar de aplicar todo lo aprendido, mantener una actitud coordinada de acción, etc.

Es frecuente en investigaciones de este tipo, que los integrantes quieren destacar individualmente por encima del resto, lo que quita fuerza al grupo como tal. Y esto es justamente lo que se debe evitar en un equipo de trabajo, especialmente los de alto rendimiento, que cuentan con miembros muy cualificados, pero que deben deponer intereses profesionales y personales en aras de mejorar los del grupo, que es incrementar la eficacia del equipo y la eficiencia global de la empresa.

La conclusión es que los grupos se desempeñan mejor cuando fomentan un estado de armonía interna. Esos grupos aprovechan a fondo el talento de sus miembros.

También está probado por diversas investigaciones, que ciertos elementos tienen importancia para la efectividad de los equipos. Pero el que más destaca por las consecuencias que tiene para el crecimiento y desarrollo de las organizaciones es el elemento humano. La interactuación entre los miembros de un equipo y con el resto de personal de una empresa.

La inteligencia no lo es todo

Desde la irrupción con fuerza de la IE (inteligencia emocional) en el panorama de la dirección de personas, quedó claro que no basta sólo con poseer un gran coeficiente intelectual o más de un título universitario, caso de licenciados que una vez finalizada la carrera cursan dos masters.

Para liderar grupos de trabajo, ya está más que probada la importancia que tiene saber gestionar las competencias emocionales a nivel individual del jefe, así como de saber manejar los sentimientos y saber expresarlos de manera adecuada y efectiva. Al mismo tiempo, enseñando a los miembros del equipo, las técnicas de la inteligencia emocional en aras de la mejora de las relaciones interpersonales, que en definitiva, son la garantía del buen rendimiento y resultados garantizados.

Fue la obra de 1995 “La Inteligencia Emocional” del psicólogo Daniel Goleman el que revolucionara la manera en que directivos, personal en general y organizaciones, miraran a partir de sus enseñanzas, lo que eran consideradas, generalmente de manera negativa, las llamadas habilidades blandas (buenas relaciones personales, empatía, buen nivel de comunicación, autoconsciencia, etc.). En definitiva, ayudó a cambiar o mejor dicho, adaptar el concepto que usualmente se tenía de inteligencia.

Goleman puso a disposición las pautas necesarias para comprender nuestro comportamiento en las organizaciones, ya fuera para directivos, mandos intermedios o el propio personal. Evidentemente, esto influía de manera directa en los equipos de trabajo, especialmente en su dirección y coordinación.

Es muy importante comprender hoy día que en el ámbito de las organizaciones, si se quiere hacer una buena carrera personal y profesional, del mismo modo que obtener una posición satisfactoria y permanecer en ella, es fundamental desarrollar la inteligencia emocional.

Goleman en su obra considera que la obsesión sobre el coeficiente intelectual, con el que hasta ahora han gestionado y se han conducido los directivos de las grandes organizaciones, a fin de considerar qué personas son válidas y no pueden quedar excluidas de los cuadros, ha sido equivocada.

Los grandes cambios de la sociedad como consecuencia de la innovación tecnológica acelerada que ha impactado en la estructura de las organizaciones y en los métodos y procedimientos aplicados, no puede obviar un cambio también sustancial que se produce en la dirección de personas en los últimos años, el llamado “proceso humanista” en el que fomentar ambientes de trabajo más relajados, cómodos, flexibles, etc., en los que la productividad aflore gracias al nivel de satisfacción del personal, se fundamenta no en el CI sino en la forma en que las personas gestionan sus emociones.

El líder emotivo

Más que un nuevo escenario, se ha convertido en un nuevo paradigma, en que la labor del líder se vuelve fundamental, ya que para conseguir un liderazgo bueno y fuerte, antes que nada hay que comprender y saber gestionar las emociones.

Los verdaderos directivos funcionan como líderes emocionales de sus grupos, encaminando los sentimientos colectivos hacia direcciones positivas. Generalmente son personas que inspiran y movilizan a la gente, despertando emociones en cuanto al trabajo y provocando una mejora continua del rendimiento.

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